Oyó gritar a mi corazón.

Volviendo a hablar de nosotros, mi corazón acallado ya algún tiempo, no pudo, por más fuerza que hice, que gritar para que se oyeran más verdades.

Sus lágrimas otra vez volvieron a desdibujar su cara, esa cara que yo besara tantas veces, esas lágrimas que yo consiguiera secar tantas veces.

La distancia, antes invisible, se tornó real.

Rotos los porcentajes abrió la puerta, esa puerta forjada entre los dos, esa puerta que una vez taspasé con ella en brazos, y salió por ella, aun con lágrimas en los ojos.

Doce años va a hacer que le juré amor eterno, doce años haríamos si algo durase eternamente.

Hoy estoy hecho una auténtica mierda.